Cuatro detenidos por la masacre de Campana. Las motivaciones de la masacre.

[Campana]
Dario Gabriel Vera, cuarto detenido por el crimen de la familia Mansilla, declaró ayer ante el fiscal de la causa Marcelo Pernici y desligó su participación en el hecho. Su esposa también se entregó a la justicia, pero por ser menor quedó en libertad.
Según fuentes policiales, "El Sordo" Vera, conocía a los ya imputados Angel Antonio Fernández (41), su hijo Cristian Fernández (22) y Jesús Osvaldo Cáceres (47), los otros tres detenidos por los asesinatos. "Creemos que tuvo una participación activa en los hechos más allá de que las sospechas a apuntan como principales autores a Fernández y su hijo", explicó un vocero de la pesquisa, informó en la edición de hoy La Auténtica Defensa.
"El Sordo" se presentó en la seccional de Polvorines 10 minutos después de que su padre hablara con el capitán de la dependencia, Jorge Tanoni, y le dijera que su hijo y la esposa de éste querían entregarse por hallarse vinculados al hecho. Además, el hombre contó que su hijo y la mujer habían recibido llamadas amenazantes vinculadas al hecho.
Mientras tanto, Angel Fernández, relató ante el fiscal, en las últimas horas, "que jamás haría algo así", en referencia a los homicidios, y dijo haber permanecido en todo momento en su casa, con la tobillera puesta. Pero esta coartada, quedaría desarmada de confirmarse lo anunciado por el ministro de Justicia provincial, Ricardo Casal, sobre la existencia de fallas en el instrumento de control y la pérdida de contacto el mismo 24 de julio, día que se produjo el asesinato de la pareja.
El por qué de la masacre
Hace unos 15 años, el principal acusado del cuádruple crimen, Angel Fernández, alias "El Angel", llegó al barrio Frino, de José C. Paz junto a su esposa y a su hijo Cristian (también acusado) ocuparon una esquina de la calle Washington al 3400. El lugar se los había conseguido un vigilador de la zona, que sabía que los dueños no estaban y que no había ningún familiar interesado en quedárselo. A pocos metros, en la esquina de enfrente, vivían Marcelo Mansilla (41) y su esposa, Sandra Rabago (37), los padres de Agustín y de Milagros.
Durante ese verano, los recién llegados comenzaron a frecuentar la pileta de la otra familia. Al tiempo, las dos parejas se hicieron amigas. Al punto que los chicos les decían "tíos" a Fernández y a su mujer, Stella Maris.
Nadie sabía bien de qué trabajaba Fernández hasta que, en 1991, fue una larga temporada a la cárcel acusado de violación y homicidio y se conocieron sus antecedentes por robo. En los años de encierro que siguieron, la relación de las familias cambió mucho.
Sin avisarle a nadie, Sandra empezó a visitar a Fernández en el penal. Así, según sus vecinos, se convirtieron en amantes.
La relación duró hasta mediados de 2002, cuando Fernández salió en libertad. Lo que siguió lo cuentan los vecinos del barrio Frino.
"Los dos empezaron a robar casas. Sandra se encargaba de conseguir las llaves y él, con algún ´amigote´, entraba y las vaciaba. Acá en la zona "limpiaron" a varios. Incluso le sacó cosas a una prima que vive cruzando la calle y que no quería ni verla", señaló Alejandro, un hombre que vive enfrente de la casa de las víctimas.
"Acá todos sabían que la mujer era medio turbia. Su marido era el que mantenía la casa. Se levantaba todos los días e iba a laburar a la estación de servicio Petrobrás de Tortuguitas", agregó una vecina que vive a dos casas.
(Fuente: La Auténtica Defensa)

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